Cuando deje Barranco, hincharé mi pecho con su aire para recordar el olor a mar.
Cuando deje Barranco, llevaré en la mirada el rayo de sol que se cuela entre poincianas y sauces.
Cuando deje Barranco, recogeré una mora dormida sobre el asfalto para llevar el sabor de mi barrio.
Cuando deje Barranco, caminaré el viejo puente para recordar: "Papá, ¿De verdad nunca se caerá?"
Cuando deje Barranco, iré por la avenida buscando viejas sonrisas que abrigan hasta hoy.
Cuando deje Barranco, escucharé a lo lejos las risas de mis hermanos y la voz de mamá.
Cuando deje Barranco, recorreré cada recoveco donde me enamoré de mí, de ti y del barranco.
Cuando deje Barranco, pensaré en esos rincones donde ardí furtivo y a media luz.
Cuando deje Barranco, divisaré el mar desde mi esquina y rogaré al cielo verlo otra a vez.
Cuando deje Barranco, devolveré el tridente que Poseidón perdió en Saenz Peña.
Cuando deje Barranco, recordaré que Achote el loco se llevó a la tumba un poquito de nosotros.
Cuando deje Barranco, me sentaré en aquellas gradas y nos veré allí de nuevo.
Cuando deje Barranco, juraré volver en carne, alma, ceniza o viento.
Cada día que no me dejes, Barranco, sabré que me volviste de verdad.
Conservamos nuestra ilusión de ser libres y encontrar nuestro lugar.