lunes, 20 de febrero de 2012

Carnaval toda la vida

Cuando recuerdo la exquisita sensación que me invadió el pasado marzo la mañana del carnaval, un enorme deseo festivo recorre mi cuerpo. Ese domingo desperté cerca de las ocho cuando el sol entró por mi ventana y la emoción hizo lo que tres despertadores jamás lograrían. Ese día el carnaval empezaba en el barrio, desde mi adorada esquina.

Es verdad, me gusta mucho el carnaval. ¿Por qué? Simple, es uno de esos días en que puedo volver a sentir la alegría que solía destilar cuando niño. Por ejemplo, ver felices a mis vecinos sesentones disfrutando de una mañana/tarde diferente le da una sazón particular a la experiencia. Color, percusión, comparsas, amigos felices y bailando, es lindo.

El Carnaval de Barranco es una fiesta que reúne a los barrios del distrito y los inflatables invitados de otras zonas de Lima, un momento para compartir en el que las calles dejan su típico gris y abraza un sinfín de manifestaciones que hacen mágico el momento.     

Por el contrario, llega un momento en que todo se torna oscuro, caótico y perjudicial para los vecinos y el distrito. Cuando la fiesta se transforma en una irresponsable y descontrolada manifestación de pseudo libertad, el espíritu del Carnaval de Barranco se desvanece y solo queda la prepotente turba.

En la edición 2010, una clara falta de organización y pésima actitud tanto de carnavaleros como de las autoridades transformaron la fiesta en gas lacrimógeno, detenidos y el peor de los recuerdos para muchos que hemos disfrutado del Carnaval por años.  Jamás será justificable el trato que dio la policía a la gente pero debemos reconocer que lanzar botellas a los agentes y llamarlos cornudos, con canciones dignas de barristas, no eran la manera correcta de proceder. 

Sin embargo,  la nueva administración que asumió las labores municipales al año siguiente apoyó la organización del evento y se hizo un Carnaval mucho más inclusivo y con un recorrido de mayor longitud. El fin de fiesta en la plaza fue memorable, similar a la genial idea que tuvo la organización del Carnaval Marino del 2009 con la caminata rumbo al muelle de Chorrillos.

Recuerdo también que se pidió a los carnavaleros que despejáramos el distrito porque era hora de terminar la fiesta. Lo más responsable si queríamos seguir disfrutando el siguiente verano.

Lo que ocurrió esa noche es que no todos hicimos caso, me incluyo, decidimos seguir la fiesta en la bajada de baños. Luego, el grupo se mudó hacia el parque de los bomberos. En ese trayecto todo salió de control, algunos individuos molestaron a los conductores en la Av. Grau y lo último que recuerdo antes de volver a casa fue que hasta se faltó el respeto a los nobles bomberos que lo único que hacen es ayudar cuando hay emergencias.

¿A quién le gustaría que orine la pared de su casa, muestre nulo respeto por la propiedad privada y perturbe su descanso un domingo por la noche? 

¿Por qué escribo esto? Porque creo que si de verdad amamos el Carnaval por lo que representa y no  buscamos pretextos para pegarnos la borrachera de nuestra vida,  debemos actuar de manera responsable y demostrar que somos gente con educación. Este año queda esperar y si el carnaval es solo un pequeño corso como dicen algunos rumores no me molesta la idea. Nuestros derechos tienen límites y es  el respeto por los  derechos de las demás personas.

Hasta la próxima mis queridas y queridos.


"Carnaval toda la vida y una noche junto a vos, si no  hay galope se nos para el corazón"



  


1 comentario:

nats.lastra dijo...

Hace dos años también asistí al Carnaval de Barranco con todas las ganas de divertirme y pasarla bien. Al final, por pésimas acciones de ambas partes, todo terminó siendo una mala experiencia. En cambio, el año pasado el evento comenzó de una manera diferente. Recorrimos las calles sin preocupaciones, con la tranquilidad de contar con el apoyo de la Municipalidad. Todo bien hasta que la misma juerga comenzó a tomar piso a las 5 p.m. Yo tuve la facilidad de subirme a un taxi e irme a mi casa a bañarme, cambiarme y a seguirla por otro lado, pero me imagino la impotencia de los vecinos al ver cómo les fregaorn la casa, las calles, etc. Este año no me dan tantas ganas de unirme si es que no tengo la tranquilidad de estar haciendo algo con el permiso de la Municipalidad (que con toda razón, no quiso volver a meter la pata). Tenemos que reconocer que ya a cierta hora, ese evento es tierra de nadie.