miércoles, 29 de febrero de 2012

Ninfa

Era una de esas húmedas noches limeñas, pleno invierno, el cuerpo pedía a gritos un buen vaso de ginebra. Las piernas me llevaban a duras penas por las calles del viejo barrio, necesitaba entrar al bar cuanto antes y arrancar el frío barranquino de mis huesos. 


Por fin llegué a ese antro de beodos amistosos. El ambiente está cargado de olor a tabaco barato y  saludo a un par de camaradas mientras, a duras penas,  regalo un gesto amable a las brujas de la mesa de siempre. Están en ese rincón juerga tras juerga, recuerdo las caras de sus ocasionales víctimas. La situación con ellas siempre fue estar juntos pero no revueltos, no entraría en la cama de ninguna para luego compartir la misma cantina e imaginar sus cuchicheos.


El único vaso por el que salí de casa se convirtió en tres estocadas de Gin y su seca borrachera adormece los músculos de mi cara. De pronto, la puerta de esa pocilga se abre y un relámpago ilumina la media luz mortuoria del bar. Luego de la imagen que apartó el alcohol de mi cabeza, entré en razón y recordé esa cara, esa figura digna de deseo y admiración. ¿Qué hacía esa princesa en medio de tanta decadencia?


La memoria aclaró, había visto a la chica del bar meses antes. El escenario era un casino sanisidrino, mesas de Blackjack y media botella corriendo por mis venas. La vi con un apostador, de esos cincuentones que llevan  cara de otrora playboy, los días de gloria de ese vejete eran cosa del pasado. La verdad en todo esto es que no pretendía saber demasiado, iría por ella y punto. Esa noche no sería otro frío episodio en solitario. La primera mirada fue cruzada y no fui yo quien bajó la guardia, estaba sola y sentada en la misma barra.


Luego de armarme de valor con el último sorbo me acerqué a iniciar una conversación o al menos intentarlo. Si hay algo que combina bien conmigo y abordar mujeres de noche es estar tomado. Jamás me veo tan mal  como la realidad etílica del momento y desinhibe los más reptílicos instintos de mi ser. El asedio fue exitoso y  robé un breve pero cálido beso entre la conversación, ambos sabíamos qué queríamos después de un par de horas de plática y bebida. Acto seguido, tomé su cara con la mano derecha y llevé mis labios hacia su boca en un juego que fue in crescendo, pausado e intenso.


El espacio entre su cuello y pelo desprendía un exquisito olor, dulce. Mis manos se posaron en sus caderas, era una mujer con un cuerpo que pondría en aprietos a quien sea, perfecta armonía, refugio de sensaciones escondidas. La hora avanzaba y el momento de llevar la fiesta a un lugar privado llegó, el taxi amerita otra historia que no contaré hoy.


En menos de lo que me percaté estábamos en su cama, la ropa estorbaba en demasía y el ímpetu solo dejó lugar para fundirnos en el espiral de calor que aguardaba por nosotros. Nuestros cuerpos jugaban para alimentar las ansias de la excitación, recorrí cada rincón de su anatomía con el mapa de sus emociones como única guía. El instante en que irrumpí en  su interior fue glorioso,  a partir de mi  incursión busque esa boca una y otra vez mientras las posiciones variaban al ritmo del deseo.


Aquél beso de licor se prolongó hasta el punto en que no pude hacer más que dejarla tomar las riendas del encuentro, allí tumbado bocarriba podía presenciar cómo disfrutaba cada descarga de nuestros sentidos. Esa mirada que logró atraparme entre las paredes del bar estaba en llamas, me senté de golpe al sentir como sus piernas atenazaban mis caderas, tomé su cintura hasta que el clímax nos fulminó. Sus manos se clavaron en mi espalda, la calma reinó luego de la deliciosa tormenta.
 
La mañana llegó y me encontré en una cama vacía, mi cabeza estallaba de resaca y no había rastros de mi sensual chica-demonio. Lo primero que logre enfocar con la mirada fue lo que vi escrito en la pared de la habitación. Un solo pensamiento invadió mi mente: "Maldita sea, es viernes y tengo que ir al trabajo".  



2 comentarios:

Ann Q. dijo...

Nada como las tiernas incoherencias de la vida, aquello que hace que todo sea tan ridiculamente agradable. Me gustó el post.
cuando no, velez...bo =)

Ann Q. dijo...

Qué intrépido y sutil, aquella remembranzas me gustan!
Me encantó el post.