Era una
de esas húmedas noches limeñas, pleno invierno, el cuerpo pedía a gritos un
buen vaso de ginebra. Las piernas me llevaban a duras penas por las calles del
viejo barrio, necesitaba entrar al bar cuanto antes y arrancar el frío
barranquino de mis huesos.
Por fin llegué a ese antro de beodos amistosos. El ambiente está cargado de olor a tabaco barato y saludo a un par de camaradas mientras, a duras penas, regalo un gesto amable a las brujas de la mesa de siempre. Están en ese rincón juerga tras juerga, recuerdo las caras de sus ocasionales víctimas. La situación con ellas siempre fue estar juntos pero no revueltos, no entraría en la cama de ninguna para luego compartir la misma cantina e imaginar sus cuchicheos.
El único vaso por el que salí de casa se convirtió en tres estocadas de Gin y su seca borrachera adormece los músculos de mi cara. De pronto, la puerta de esa pocilga se abre y un relámpago ilumina la media luz mortuoria del bar. Luego de la imagen que apartó el alcohol de mi cabeza, entré en razón y recordé esa cara, esa figura digna de deseo y admiración. ¿Qué hacía esa princesa en medio de tanta decadencia?
La
memoria aclaró, había visto a la chica del bar meses antes. El escenario era un
casino sanisidrino, mesas de Blackjack y media botella corriendo por mis venas.
La vi con un apostador, de esos cincuentones que llevan cara de otrora
playboy, los días de gloria de ese vejete eran cosa del pasado. La verdad en
todo esto es que no pretendía saber demasiado, iría por ella y punto. Esa noche
no sería otro frío episodio en solitario. La primera mirada fue cruzada y no
fui yo quien bajó la guardia, estaba sola y sentada en la misma barra.
Luego de
armarme de valor con el último sorbo me acerqué a iniciar una conversación o al
menos intentarlo. Si hay algo que combina bien conmigo y abordar mujeres de
noche es estar tomado. Jamás me veo tan mal como la realidad etílica del
momento y desinhibe los más reptílicos instintos de mi ser. El asedio fue
exitoso y robé un breve pero cálido beso entre la conversación, ambos
sabíamos qué queríamos después de un par de horas de plática y bebida. Acto
seguido, tomé su cara con la mano derecha y llevé mis labios hacia su boca en
un juego que fue in crescendo, pausado e intenso.
El
espacio entre su cuello y pelo desprendía un exquisito olor, dulce. Mis manos
se posaron en sus caderas, era una mujer con un cuerpo que pondría en aprietos
a quien sea, perfecta armonía, refugio de sensaciones
escondidas. La hora avanzaba y el momento de llevar la fiesta a un lugar
privado llegó, el taxi amerita otra historia que no contaré hoy.
En menos
de lo que me percaté estábamos en su cama, la ropa estorbaba en demasía y el
ímpetu solo dejó lugar para fundirnos en el espiral de calor que aguardaba por
nosotros. Nuestros cuerpos jugaban para alimentar las ansias de la excitación,
recorrí cada rincón de su anatomía con el mapa de sus emociones como única
guía. El instante en que irrumpí en su interior fue glorioso, a
partir de mi incursión busque esa boca una y otra vez mientras las
posiciones variaban al ritmo del deseo.
Aquél
beso de licor se prolongó hasta el punto en que no pude hacer más que dejarla
tomar las riendas del encuentro, allí tumbado bocarriba podía presenciar cómo
disfrutaba cada descarga de nuestros sentidos. Esa mirada que logró atraparme
entre las paredes del bar estaba en llamas, me senté de golpe al sentir como
sus piernas atenazaban mis caderas, tomé su cintura hasta que el clímax nos
fulminó. Sus manos se clavaron en mi espalda, la calma reinó luego de la
deliciosa tormenta.
La mañana
llegó y me encontré en una cama vacía, mi cabeza estallaba de resaca y no había
rastros de mi sensual chica-demonio. Lo primero que logre enfocar con la mirada
fue lo que vi escrito en la pared de la habitación. Un solo pensamiento
invadió mi mente: "Maldita sea, es viernes y tengo que ir al trabajo".
2 comentarios:
Nada como las tiernas incoherencias de la vida, aquello que hace que todo sea tan ridiculamente agradable. Me gustó el post.
cuando no, velez...bo =)
Qué intrépido y sutil, aquella remembranzas me gustan!
Me encantó el post.
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